El consumo de una a cuatro tazas de café (de too a 400 miligramos de cafeína) por día aumenta el nivel de vigilancia proporcionalmente a la cantidad absorbida.
Más allá, el nivel de vigilancia ya no aumenta.
Estos efectos son particularmente notables en una situación de privación del sueño y cuando el nivel de vigilancia disminuye, como en el caso de la somnolencia al terminar de comer, después de trabajar de noche o durante un resfriado.
El beber café tiende a compensar un nivel de vigilancia disminuido al restaurarlo al nivel de base de la persona.
El consumo de media taza de café antes de tomar el volante de noche reduce significativamente los riesgos de un accidente automovilístico sin alterar la calidad del sueño después.
Un consumo moderado de una a dos tazas de café antes de acostarse tiene consecuencias para el sueño, pues provoca dificultades para conciliario hasta de tres horas después de tomarlo.
Un consu mo de café antes de acostarse, aunque sea reducido (1oo miligramos), disminuye la calidad del sueño, sobre todo la organización temporal de las fases de sueño lento y paradoxal y de la calidad del sueño profundo.
Las consecuencias son despertarse en medio de la noche, tener pesadillas, tener dificultades para levantarse en la mañana y un estado de somnolencia diurna.
Sin embargo, el consumo de café a lo largo del día no tiene influencia en la calidad del sueño.
Los efectos del café varían de una persona a otra, puesto que éstos dependen de factores genéticos y en general son más notables en las personas mayores y en los consumidores ocasionales.
