En la primera mitad del siglo XX, las técnicas de elaboración de café incorporaron el uso del vacío en sistemas de dos cámaras heméticamente sellados.
Una cámara contenía agua y debía colocarse sobre una fuente de calor, y la otra contenía el café en polvo.
Cuando el agua alcanzaba la temperatura adecuada, la cafetera se retiraba de la fuente de calor, lo que hacía que se enfriara el agua y creaba una depresión que succionaba el líquido hacia la segunda cámara, que contenía el café.
Se registraron decenas de patentes de maquinas de café al vacío, y esto se convirtió en un método muy popular, especialmente cuando se pudieron producir de forma segura en vidrio solido.
Solo en raras ocasiones estos modelos estaban hechos de metal. Este método hizo que el percolado fuera más rápido, pero estas cafeteras eran frágiles y bastante difíciles de usar y también de limpiar, lo que hacia que todo proceso tardara mucho tiempo. Por otro lado, el café hecho con estas cafeteras al vacío era excelente desde el punto de vista organoléptico.
El proceso es también bastante espectacular y este tipo de cafetera es muy común en Asia, donde muchos cafés las utilizan, en versiones mejoradas que son más fáciles de usar.