Primeros Cultivos De Café

Cómo llegó el café a México y su expansión a lo largo de las regiones productivas Como hemos señalado en páginas anteriores, el café es originario de Etiopía y su llegada a América fue uno de los aportes que hizo el mundo europeo a este continente.

El oficial Gabriel Mathieu de Clieu es a quien se le atribuye su llegada a la Martinica alrededor de 1722.

y de esta isla se difundió a toda Iberoamérica, llegando a Brasil en 1727, a Cuba en 1748, a Puerto Rico en 1755, a Costa Rica en 1779 y a Venezuela en 1784.

La fecha exacta de la llegada del café a México es difícil de determinar, porque si bien hay referencias que sugieren que fue en 1740, cuando ciertos colonos franceses introdujeron el grano a nuestro país, otras fuentes dicen que fue entre 1789 y 1790, apoyándose en la existencia de una Orden Real del gobierno español de 1792 en la que se eximía de impuestos a los utensilios para ingenios y café que se llevaran a Nueva España.

De igual modo, el lugar preciso de la entrada al país es un dato del que no existe certeza absoluta; por una parte se menciona que llegó desde la Martinica a Veracruz; por otra se afirma que llegó a Chiapas y Oaxaca desde Sudamérica; una tercera versión señala que llegó por el océano Pacífico a las costas de lo que hoy es Guerrero.

En lo que todos los autores están de acuerdo es en el hecho de que los primeros plantíos de café que hubo en México fueron de la variedad Typica.

Es probable que de 1790 a 1800 se hayan hecho diferentes pruebas de aclimatación y manejo de tierras para el cultivo del café en diferentes regiones del país sin que los distintos aspirantes a productores hayan tenido el conocimiento de que alguien más estaba intentándolo.

Por la manera en que estaba estructurada la economía en este periodo histórico del país, fue en las haciendas existentes en las que los cafetos fueron cultivados por primera vez, pues las leyes borbónicas implementadas promovían la diversificación de la agricultura para que se pudieran aprovechar al máximo las tierras americanas.

Aunque las estadísticas existentes de aquella época son poco precisas, Miguel Lerdo de Tejada llegó a reportar que de 1802 a 1804 aumentaron las exportaciones de café a España de 272 a 484 quintales Como para estas fechas la producción local no era muy vasta y el aprecio por el café como bebida aumentaba, se importaba café al país.

Para 1806, en la capital de la Nueva España ya había cafés a los que se podía acudir para tomar la bebida y conversar sobre diferentes cuestiones.

De hecho, se dice que a uno de los primeros que existieron, el Café Manrique— ubicado en lo que ahora son las calles de Tacuba y Monte de Piedad—, acudió en más de una ocasión el cura Miguel Hidalgo y Costilla, quien seguramente compartió algunas ideas interesantes haciéndose acompañar de una taza de café.

Otro de los que ya eran populares en ese entonces era el Café Medina, en el que era más común que se asistiera a entablar conversaciones literarias.

Tal como sucedió en otros lugares del mundo, el crecimiento de la popularidad del café y los sitios para disfrutarlo coincidieron con la aparición de movimientos sociales.

De este modo, mientras que la producción local comenzaba a crecer en 1810, en este mismo año inició el movimiento por la independencia de México.

En un primer momento esto no detuvo la producción y el consumo; es más, ante el aumento del consumo, para fomentar el movimiento de la producción local, y quizá para aumentar la recaudación en tiem po difíciles, en 1815 el virreinato puso un fuerte arancel al café importado de La Habana.

Una vez que el movimiento de independencia se extendió más en el país, el naciente desarrollo del café en el campo mexicano tuvo que tomar un paso más lento.

Al concluir la lucha independentista y ante el conocimiento del éxito que estaba teniendo Cuba con su producción de café, los productores mexicanos de Veracruz ampliaron considerablemente sus plantaciones entre 1825 y 1828.

En esta etapa seguía siendo común la existencia de grandes haciendas con diversos tipos de cultivos, muchos de ellos destinados principalmente a la exportación.Se vivió entonces un periodo extenso en el que comenzaron a entrar capitales extranjeros que hicieron que la agricultura tuviera un desarrollo importante, en el que estuvieron incluidas las plantaciones de café.

Este momento coincidió con el hecho de que ya se conocían mejor los cultivos del café y tanto las plantas como la tierra se habían adaptado ya mejor entre ellas.

Alrededor de 1830, el general José Mariano Michelena, que se desempeñaba como ministro de México en Gran Bretaña, viajó a Tierra Santa y decidió buscar plantas de café en Yemen (donde está el puerto de Moca) con el objetivo de llevarlas a su hacienda La Parota, al sur de Michoacán, cerca de Uruapan.

Con esto introdujo una variedad distinta de café, pero lamentablemente en este primer intento el cale no tuvo los cuidados necesarios y terminó creciendo con malezas y quedó como una planta de ornato.

En 1846, el italiano Jerónimo Manchinelli llevó cafetos de la variedad Bourbon de Guatemala a la región del Soconusco en Chiapas, lo que fortaleció la producción de la región, pues los terrenos productivos de este italiano se convirtieron en un referente regional de lo que se podía lograr en cuanto a producción y ganancias Para 1858, México exportaba a Estados Unidos 13.4 toneladas, lo que sin duda era un avance, pero aún estaba lejos de poder ser considerado un gran logro.

Uno de los primeros éxitos importantes en la exportación de café mexicano fue cuando la cifra de exportación al país del norte aumentó a 401 toneladas, algo que se consiguió en 1868, año en el que fungía como ministro de Hacienda don Matías Romero Avendaño, quien antes se había desempeñado como diplomático en Washington, hecho que lo ayudó a establecer relaciones comerciales favorables para el café mexicano.

De la mano de Matías Romero, en 1880 las exportaciones de café llegaron a la cifra de 4.462 toneladas.

La llegada de Porfirio Díaz al poder resultó fundamental para que el café tuviera más impulso en el país, ya que si bien se estaba convirtiendo en una fuente importante de desarrollo e ingresos, el impulso que dio Díaz al crecimiento del comercio exterior y la modernización que buscó para México tuvieron un impacto positivo en los productores de café.

Es importante señalar que este proceso de modernización no sólo tuvo aspectos favorables, pues las regiones cafetaleras en México están en territorios en los que habitan diferentes etnias indígenas, y éstas por lo regular consideran a la tenencia de la tierra como una cuestión comunal que se opone tanto a la idea de las grandes haciendas promovida durante la Colonia, como a la visión propia del capitalismo moderno que impulsó Díaz.

Dicho de una forma sencilla, ahí donde se habían dado y se pudieron dar despojos de tierras comunales,se hizo.

Además, no todos los hacendados se caracterizaron por valorar la fuerza de trabajo que les permitía conseguir su producción.

Durante el Porfiriato, el principal estado productor fue Veracruz, seguido de Colima, Chiapas, Guerrero, Michoacán, Morelos, Oaxaca y Tabasco.

En este periodo el cultivo del café se extendió a Jalisco, Tamaulipas, Durango, Estado de México, Nayarit, Sinaloa y Coahuila.

En todo este tiempo el consumo interno de la producción era del 31%, mientras que el 69% se importaba a Estados Unidos y a otros países como Francia e Inglaterra.

Los resultados de la modernización agrícola quedaron patentes en un censo de haciendas realizado en 1902, De acuerdo a éste había en aquel entonces 8,101 haciendas agrícolas en el país, de las que 321 eran cafetaleras y estaban distribuidas de la siguiente forma: El proceso de modernización agrícola aumentó el interés de los estados productores de café por atraer más inversión extranjera.

El gobierno de Veracruz destacó en sus estrategias de atracción con la producción de libros que regalaba a posibles inversionistas.

En ellos mostraba el potencial de la tierra y se hacía énfasis en que en ese estado había millones de acres de terreno apropiado para el cultivo que estaban olvidados, y que éstos, además, podían comprarse a precios razonables, lo que sin duda ayudaría a que se obtuvieran grandes ganancias por los buenos precios que obtenía el café mexicano en los mercados internacionales.

Como puede observarse, el punto era ser lo más atractivo posible.

El periodo de 1900 a 1912 se puede considerar como el de la primera etapa de fortalecimiento de la producción de café en México.

En esta etapa coincidieron la tecnificación del campo, la consolidación del conocimiento de los productores, la aclimatación de los cultivos y la madurez de muchos de ellos con el crecimiento de la demanda de café a nivel mundial.

De hecho, hubo un momento de mucho éxito para los productores cuando ante una fuerte helada en Brasil que afectó de manera directa a su producción de café, se encontró que había una cantidad abun dante de café mexicano disponible.

En 1912 se llegó a un récord de producción de 51.558 toneladas.

A partir de 1913 comenzó a bajar la producción, y no fue hasta 1927 que ésta pudo pasar el récord de 1912 llegando a 51,660 toneladas.

La baja en la producción de café a nivel nacional coincidió con la extensión del estallido social que comenzó en 1910 —la Revolución Mexicana— y con una baja en el consumo a nivel internacional.

Conforme el movimiento se fue expandiendo por el país,se generó un escenario en el que la efervescencia política encontró un campo fértil en el agro cafetalero, ya que después de haber vivido unos años de bonanza que implicaron la contratación de más jornaleros y la obtención de mayores ganancias de parte de los productores, el panorama cambió rápidamente y originó que hubiera menos contrataciones, menos demanda de café y, por ende, menores precios, al tiempo que el mensaje de “Tierra y libertad” comenzaba a sonar más fuerte y a tener sentido para una mayoría que no poseía medios de producción.

Durante los años de la Revolución, algunos de los productores abandonaron los cafetales, otros dejaron gente para que se encargara de ellos, algunos los vendieron y otros tantos permanecieron en los diferentes campos dedicados a la producción del café.

Así como sucedió con la producción agrícola en general, la producción del café estuvo parcialmente paralizada, la falta de atención de las fincas hizo que muchas se perdieran totalmente y que otras se descuidaran de forma excesiva haciendo necesaria una inversión muy fuerte para su recuperación.

Quienes siguieron cosechando café encontraron en éste un producto que les dio la posibilidad de conseguir dinero y algo de seguridad.

Conforme la lucha armada fue disminuyendo y el país comenzó un periodo de reconstrucción,se regresó al cultivo de la tierra, los cafetales se resembraron y se limpiaron y se comenzó a retomar la producción de café a mayor escala.

En esta etapa de reacomodo político, los agraristas buscaron que se cumpliera la idea de “Tierra y libertad”, y para ello promovieron leyes que fomentaran el reparto de tierras-‘ baldías o sin trabajar entre los campesinos, creando de este modo un nuevo sector social, los ejidatarios.

En un principio, las tierras con cafetales se respetaron, pero ante la gran demanda de terrenos para cultivar café, hubo secciones de plantaciones que quedaron incluidas en las tierras ejidalcs.

Ante esta situación, algunos de los productores que tenían grandes extensiones de tierra promovieron la defensa de lo que bajo otro estado de derecho había sido legítimamente suyo.

Pocos de estos terratenientes consiguieron sus objetivos, lo que generó un clima de hostilidad entre los nuevos ejidatarios y algunos de los anteriores hacendados: otros de ellos decidieron arrendar las tierras a sus nuevos dueños o coexistir de la manera más pacífica posible, pues si no era en el campo, coincidían en los beneficios de café o en los pueblos.

Todos estos movimientos en el reparto de tierra causaron que se tuviera un panorama en el que coincidían pequeños productores, ejidatarios y dueños de fincas o finqueros que pudieron mantener parte de sus propiedades.

La década de 1920 a 1930 se caracterizó por los acomodos y reacomodos constantes en la tenencia de la tierra, no obstante, como mencionamos previamente, en 1927 se consiguió una cifra récord de producción de 51.660 toneladas.

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